GERNIKA EL CORAZÓN DE EUSKADI ENTRE HISTORIA LEYENDA Y SABOR

Gernika-Lumo, más que una localidad vizcaína, es un símbolo. Anclada en el corazón de Bizkaia y de todo Euskadi, su nombre evoca una historia de resiliencia, democracia y profunda identidad. Callejear por sus avenidas y plazas es sumergirse en un relato que conjuga la solemnidad de su pasado con la vibrante cotidianidad del presente. Es un paseo donde cada rincón, cada edificio, parece susurrar ecos de tiempos lejanos y, a la vez, invitar a disfrutar del espíritu inquebrantable de su gente. El pulso de Gernika se siente con mayor intensidad en su Mercado de los Lunes, una cita ineludible que, desde hace siglos, transforma la localidad en un crisol de aromas, colores y voces. Aquí, los productos de la huerta vasca, los quesos, la miel y los Txakolis (vino blanco con D.O. de Euskadi) son los protagonistas, reflejo de una cultura gastronómica que prioriza el kilómetro cero antes de que el término existiera. Pero la experiencia culinaria no se limita al mercado. Los restaurantes y bares de Gernika ofrecen una inmersión en la cocina vasca tradicional: desde los sabrosos pintxos que adornan las barras hasta platos más elaborados como el bacalao a la vizcaína, el marmitako o las chuletas a la brasa. Es una gastronomía robusta, sincera, que alimenta el cuerpo y el alma. Para entender Gernika, es imprescindible visitar sus puntos clave. El Árbol de Gernika, bajo cuyo roble ancestral se reunían las Juntas Generales de Bizkaia para legislar, es el epicentro de la identidad vasca y un símbolo universal de la democracia. Junto a él, la Casa de Juntas de Gernika es el foro político donde reside el poder legislativo vizcaíno. Por supuesto, el Museo de la Paz de Gernika es un espacio conmovedor y esencial, que narra el trágico bombardeo de 1937 y su impacto, no solo en la ciudad sino en la conciencia mundial, inspirando la icónica obra de Picasso. La Ermita de Santa Lucía o el Parque de los Pueblos de Europa, con esculturas de Henry Moore y Eduardo Chillida, también merecen una visita. La historia de Gernika está tejida con lazos de leyenda. Una de las más arraigadas habla de la «Dama de Anboto», Mari, una diosa de la mitología vasca que habita en las cuevas del monte Amboto, cercano a Gernika. Se dice que Mari viaja por los cielos y su presencia anuncia cambios meteorológicos, pero también es guardiana de la moral y la justicia. Su espíritu, fuerte y ancestral, resuena con la propia fuerza de Gernika y su capacidad para resurgir de las cenizas. Esta leyenda, como muchas otras, añade una capa de misticismo a un lugar ya de por sí cargado de significado, invitando a los visitantes a conectar no solo con su historia tangible, sino también con el alma profunda de Euskadi.

LAS ISLAS CÍES, UN PARAISO ATLÁNTICO DE LEYENDAS Y SABORES MARINEROS

Emergiendo como centinelas de la Ría de Vigo, las Islas Cíes son un archipiélago de ensueño, un Parque Nacional que cautiva con su belleza agreste y sus playas de arena blanca bañadas por aguas cristalinas. Declarada por The Guardian como una de las playas más hermosas del mundo, la Playa de Rodas, un arco perfecto que une las islas de Monteagudo y Faro, es solo el preludio de un edén natural por descubrir. Pero las Cíes son mucho más que paisajes de postal. Recorrer sus rutas de senderismo señalizadas, como la que asciende al Faro de Cíes con vistas panorámicas espectaculares o la que serpentea hasta el Alto do Príncipe, revela una flora y fauna únicas, hogar de numerosas aves marinas. Para los amantes del snorkel y el buceo, sus aguas transparentes esconden un rico ecosistema marino. Al caer la tarde, el atardecer desde el Faro de Cíes pinta el cielo de tonos inolvidables, un espectáculo natural que invita a la contemplación. La gastronomía de las Cíes, aunque sencilla, está profundamente ligada al mar. En los restaurantes de la isla, como el del camping o el Bar Serafín, se puede degustar pescado fresco y marisco de la ría, desde el tradicional pulpo hasta deliciosas raciones de calamares o mejillones. Para una opción más informal, la bocatería ofrece bocadillos variados para disfrutar al aire libre con vistas al Atlántico. La magia de las Cíes se intensifica con las leyendas que han tejido los marineros a lo largo de los siglos. Se cuenta que estas islas fueron conocidas en la antigüedad como las «Islas de los Dioses». Una de las historias más evocadoras narra la existencia de una doncella encantada en la Isla de San Martiño, cuyo canto melancólico se escucha en las noches de luna llena, buscando a su amado perdido en el mar. También resuenan relatos de tesoros escondidos por piratas en sus cuevas y de navíos fantasma que emergen en noches de tormenta. Estas leyendas, transmitidas de generación en generación, añaden un halo de misterio y fascinación a este paraíso natural gallego. Las Islas Cíes invitan a vivir una experiencia donde la belleza natural se entrelaza con la tradición y la leyenda, creando un recuerdo imborrable en el corazón del viajero.

GRANADILLA, LA BELLEZA DURMIENTE DONDE RESUENAN LAS VOCES DEL FUTURO

En el corazón de la provincia de Cáceres, emergiendo entre dehesas y paisajes salpicados de embalses, se alza Granadilla, un pueblo con una historia fascinante y una atmósfera única. Llegar a este enclave requiere un desvío desde las principales carreteras, serpenteando por caminos que anuncian la tranquilidad que aguarda. A unos kilómetros de Plasencia, la silueta amurallada de Granadilla se dibuja en el horizonte, invitando a un viaje en el tiempo. Sus encantos son palpables al cruzar sus puertas. Calles empedradas y silenciosas serpentean entre casas de piedra con balcones floreados, testigos mudos de un pasado que revive gracias a la presencia de estudiantes. La imponente Torre del Homenaje, vestigio de su castillo medieval, ofrece vistas panorámicas del entorno, dominado por las aguas del embalse de Gabriel y Galán. La iglesia parroquial de San Martín, con su sobria belleza, y la antigua plaza mayor evocan la vida cotidiana de antaño. Se le conoce como «pueblo fantasma» porque fue expropiado en la década de 1960 para la construcción del embalse, obligando a sus habitantes a abandonar sus hogares. Durante años, Granadilla permaneció deshabitada, sumida en el silencio y el deterioro, alimentando una atmósfera melancólica y espectral. Sin embargo, la historia de Granadilla tomó un giro inesperado. En 1980, fue declarado Conjunto Histórico-Artístico y, posteriormente, se implementó un programa de rehabilitación que involucra a estudiantes de diversas disciplinas. Son ellos quienes hoy dan vida a sus calles, restaurando sus casas y aprendiendo de su rico patrimonio. Las leyendas que envuelven a Granadilla se entrelazan con su pasado medieval y su posterior abandono. Se habla de tesoros escondidos en las entrañas del castillo, de apariciones fantasmales de antiguos moradores vagando por sus calles al caer la noche, y de historias de amor truncadas entre los muros de sus casas de piedra. La atmósfera de silencio y la belleza decadente del lugar alimentan la imaginación, convirtiendo cada rincón en un escenario potencial para relatos misteriosos. Visitar Granadilla es una experiencia singular, un encuentro con la belleza de un pueblo que renace gracias al esfuerzo de jóvenes estudiantes. Es un lugar donde el pasado y el futuro se dan la mano, donde la historia se escribe con nuevas voces y donde la leyenda se susurra con la brisa que acaricia sus muros centenarios.

SANTIAGO DE COMPOSTELA, PIEDRA, SABOR Y LEYENDA EN EL CORAZÓN DE GALICIA

Santiago de Compostela, ciudad universal y meta de peregrinos, aguarda con la solemnidad de sus piedras centenarias y el vibrante palpitar de su vida cotidiana. Adentrarse en ella es iniciar un viaje a través de la historia, la fe y una cultura gastronómica que deleita los sentidos, un tapiz tejido con hilos de granito, tradición y un misticismo palpable que envuelve cada rincón. El corazón de la ciudad late con fuerza en la Plaza del Obradoiro, donde la imponente fachada barroca de la Catedral se alza como un faro espiritual. Contemplar su majestuosidad, cruzar el umbral para descubrir el Pórtico de la Gloria, descender a la cripta del Apóstol Santiago o ascender a sus cubiertas para una vista panorámica es sentir el peso y la grandeza de siglos de peregrinación. La emoción de los peregrinos que culminan aquí su viaje es contagiosa, un testimonio vivo de la trascendencia del lugar. Desde este epicentro, las rúas empedradas del casco histórico invitan a perderse. Calles como la Rúa do Franco o la Rúa do Vilar, con sus soportales llenos de encanto, son un hervidero de vida, flanqueadas por tiendas de artesanía y acogedoras tabernas. No lejos, el monumental Monasterio de San Martiño Pinario o la singular arquitectura románica de la Colegiata de Santa María a Real do Sar ofrecen otras perspectivas del rico legado compostelano. La experiencia en Santiago no está completa sin rendirse a sus sabores. El Mercado de Abastos es una explosión de vida y producto local, el lugar perfecto para tomar el pulso a la despensa gallega. De allí, a la mesa: el imprescindible pulpo á feira, tierno y aderezado con pimentón; la jugosa empanada gallega en sus múltiples variedades; los sorprendentes pimientos de Padrón («unos pican y otros no»); el marisco fresco llegado de las rías; y como broche dulce, la icónica Tarta de Santiago, con su suave sabor a almendra. A medida que el día avanza, un paseo por el Parque de la Alameda regala la estampa más fotografiada de la Catedral, enmarcada por la naturaleza. Y cuando la noche comienza a teñir de misterio las piedras milenarias, la Plaza da Quintana se convierte en un escenario especial. Es aquí donde, según cuentan, al caer el sol y con la luz de las farolas, se proyecta en la base de la Torre del Reloj la esquiva Sombra del Peregrino, un eco silencioso de las innumerables almas que han buscado consuelo o redención en esta ciudad santa. Santiago de Compostela es, en definitiva, mucho más que un destino; es una vivencia profunda que entrelaza lo sagrado y lo terrenal, el arte monumental con la calidez de sus gentes, y el sabor ancestral con el eco de sus leyendas, dejando en quien la visita una huella imborrable y el anhelo de volver.

ARANDA DE DUERO, COMIENZA LA CUENTA ATRÁS PARA EL LECHAZO ENTRE BODEGAS HISTÓRICAS Y SECRETOS SUBTERRÁNEOS

En el corazón de la prestigiosa Denominación de Origen Ribera del Duero, Aranda de Duero late con la fuerza del vino y la tradición castellana. A medida que mayo avanza, la capital ribereña comienza a calentar motores para uno de sus eventos más esperados, un reclamo para paladares exigentes que convierte a la ciudad en un destino irresistible. Queda apenas un mes para que el aroma inconfundible del lechazo asado impregne sus calles, anunciando el inicio de sus célebres Jornadas Gastronómicas. Durante todo el mes de junio, Aranda se convierte en la capital indiscutible del lechazo asado en horno de leña. Las Jornadas Gastronómicas del Lechazo Asado, que este año celebrarán una nueva edición, invitan a locales y visitantes a degustar este manjar preparado con maestría por los asadores más reputados de la villa. Es la excusa perfecta para planificar una escapada y sumergirse en una experiencia gastronómica que rinde homenaje a uno de los pilares culinarios de Castilla y León. Pero Aranda es mucho más que lechazo. Su ubicación privilegiada la convierte en el epicentro perfecto para el turismo enológico. Aprovechando la visita durante junio, o en cualquier otra época, es casi obligado adentrarse en alguna de las numerosas bodegas de la Ribera del Duero que salpican sus alrededores. Desde bodegas familiares hasta vanguardistas diseños arquitectónicos, la oferta para conocer el proceso de elaboración, pasear entre viñedos y, por supuesto, catar sus afamados vinos tintos es extensa y de gran calidad. La combinación de lechazo y un buen Ribera es, sencillamente, imbatible. Mientras se disfruta de la gastronomía y el vino, Aranda invita a pasear por su rico patrimonio histórico. Sus calles atesoran joyas arquitectónicas que narran siglos de historia. Imprescindible contemplar la imponente fachada gótica isabelina de la Iglesia de Santa María la Real, una auténtica maravilla tallada en piedra, o descubrir la robusta Iglesia de San Juan Bautista, testigo del histórico Concilio de Aranda en el siglo XV. Cada rincón del casco antiguo respira historia y tradición. Y bajo la superficie, Aranda esconde su secreto mejor guardado: una fascinante red de bodegas subterráneas medievales. Un laberinto de kilómetros de túneles excavados hace siglos bajo el casco histórico, especialmente denso en el entorno de la emblemática Plaza del Trigo y calles aledañas como Isilla o Cascajar. Estas galerías, que mantenían una temperatura y humedad constantes ideales para la conservación del vino, son hoy un testimonio único de la profunda cultura vitivinícola de la ciudad. Algunas de estas bodegas son visitables, ofreciendo un viaje en el tiempo inolvidable y una perspectiva diferente de Aranda. Así, a las puertas de junio, Aranda de Duero se presenta como un destino completo: ideal para los amantes de la buena mesa con sus Jornadas del Lechazo, un paraíso para los enófilos con sus bodegas Ribera del Duero, un deleite para los interesados en la historia y una sorpresa para quienes descubren su mundo subterráneo. Un plan perfecto para una escapada con sabor y tradición.

SANTANDER, UN ABRAZO DE MAR Y MONTAÑA PARA UNA ESCAPADA INOLVIDABLE

  Santander, la elegante capital de Cantabria, invita a una escapada donde el azul del Cantábrico se funde con el verde intenso de sus montañas. Su encanto reside en la armonía entre su sofisticación señorial y la belleza natural que la rodea. El corazón turístico de Santander late en la Península de la Magdalena, un extenso parque donde el emblemático Palacio Real se erige con vistas panorámicas de la bahía. Pasear por sus senderos, descubrir sus playas y disfrutar de las esculturas al aire libre es una experiencia imprescindible. El Paseo de Pereda, elegante y ajardinado, bordea la bahía y conecta puntos clave como los Jardines de Pereda y el moderno Centro Botín, un icono arquitectónico que alberga exposiciones de arte contemporáneo y ofrece vistas espectaculares desde su azotea. Perderse por las calles del centro revela la historia de la ciudad, con edificios de bella factura y plazas animadas. La Plaza Porticada, reconstruida tras el incendio de 1941, es un punto de encuentro emblemático. Los amantes del arte tienen una cita en el Museo de Prehistoria y Arqueología de Cantabria (MUPAC), que atesora valiosos vestigios de la región, y en el Museo Marítimo del Cantábrico, para sumergirse en la rica tradición marinera de la zona. La gastronomía santanderina es un deleite para los sentidos. Los productos del mar son los protagonistas, con pescados frescos como la lubina o el besugo, y mariscos exquisitos como las nécoras o las almejas. No puedes marcharte sin probar las rabas, calamares fritos crujientes, o las anchoas de Santoña. Para los más golosos, la tarta de hojaldre es un dulce típico irresistible. Santander ofrece un equilibrio perfecto entre cultura, naturaleza y gastronomía. Sus calles elegantes invitan al paseo, sus museos enriquecen el espíritu y su cocina conquista el paladar. Una escapada a esta joya del Cantábrico es un abrazo de mar y montaña que dejará una huella imborrable.

MAESTRAZGO, UN TESORO ESCONDIDO DONDE LA HISTORIA, LA NATURALEZA Y LOS SABORES AUTÉNTICOS SE FUSIONAN

Adentrarse en el Maestrazgo es como viajar en el tiempo, descubriendo un territorio donde la naturaleza salvaje se entrelaza con pueblos de encanto medieval. Esta comarca histórica, repartida entre Teruel, Castellón y Tarragona, ofrece un crisol de experiencias para el viajero ávido de autenticidad, donde la gastronomía juega un papel protagonista. Para los amantes de la historia, el Maestrazgo es un libro abierto. Imprescindible es visitar Morella, una joya amurallada con su imponente castillo dominando el horizonte. Sus calles empedradas, repletas de casas señoriales y edificios góticos, invitan a perderse y descubrir rincones llenos de encanto. No menos fascinantes son Cantavieja, con su Plaza Mayor porticada, y Mirambel, declarado uno de los pueblos más bonitos de España. La naturaleza en el Maestrazgo es protagonista indiscutible. El Parque Natural de la Tinença de Benifassà ofrece paisajes montañosos espectaculares, ideales para el senderismo y la observación de fauna. Las Grutas de Cristal de Molinos, con sus formaciones kársticas, son una maravilla subterránea que sorprende al visitante. Pero es en la mesa donde el Maestrazgo revela otra de sus facetas más auténticas. Su gastronomía es un reflejo de su tierra, con productos de temporada que marcan el ritmo de sus platos. La trufa negra, joya culinaria de la zona, perfuma guisos, revueltos y aceites, elevando cualquier preparación a la categoría de manjar. El ternasco de Aragón, criado en estas montañas, se cocina a la brasa con un sabor inigualable. Los guisos de cuchara, como la tradicional olla de pastor, reconfortan el cuerpo en los días más frescos, mientras que las setas silvestres, recolectadas en sus bosques, aportan un toque terroso y exquisito a la cocina local. Los quesos artesanos, elaborados con leche de oveja y cabra, son un deleite para el paladar, con sabores que evocan los pastos y la tradición. No podemos olvidar la caza, presente en platos contundentes como el conejo de monte a la miel o la perdiz escabechada. Los embutidos artesanos, como la longaniza y el chorizo, son un bocado imprescindible para los amantes de los sabores intensos. Y para endulzar el paladar, los almendrados, las cocas de diferentes tipos y el pastel de boniato son dulces tradicionales que completan la experiencia gastronómica del Maestrazgo. El encanto del Maestrazgo reside también en sus gentes, hospitalarias y orgullosas de su legado. Cada rincón, cada plaza, cada iglesia cuenta historias de un pasado fascinante. Y hablando de historias, una leyenda envuelve la figura del Tío Caracoles, un bandolero del siglo XIX que operaba en estas sierras. Se dice que era un hombre astuto y escurridizo, que conocía los caminos y las cuevas del Maestrazgo como la palma de su mano. Algunas historias lo pintan como un Robin Hood local, que robaba a los ricos para ayudar a los pobres, mientras que otras lo describen como un temido forajido. Sus andanzas y escondites en las montañas del Maestrazgo aún alimentan la imaginación de los lugareños, añadiendo un toque de misterio y aventura a este hermoso destino. Descubrir el Maestrazgo es sumergirse en un mundo donde la historia resuena en cada piedra, donde la naturaleza despliega su belleza más agreste y donde los sabores auténticos conquistan el paladar. Un destino que cautiva al viajero que busca experiencias genuinas en el corazón de España.

MÉRIDA, UN VIAJE AL CORAZÓN DE LA ROMA HISPANA

Mérida, la antigua Augusta Emérita, emerge majestuosa en el corazón de Extremadura como un testimonio vivo del esplendor del Imperio Romano. Caminar por sus calles es realizar un viaje en el tiempo, donde cada piedra, cada arco y cada columna narran historias de gladiadores, emperadores y una civilización que dejó una huella imborrable. El imponente Teatro Romano,   con su graderío semicircular excavado en la colina, aún vibra con ecos de tragedias y comedias que deleitaron a miles de espectadores. A su lado, el Anfiteatro, escenario de cruentas luchas de gladiadores y espectáculos con animales salvajes, evoca la grandiosidad de los juegos romanos. Contemplar ambos monumentos al atardecer, cuando la luz dorada baña sus piedras milenarias, es una experiencia sobrecogedora. El Templo de Diana, elegante y bien conservado, se alza en el corazón de la ciudad, integrado en construcciones posteriores, mostrando la continuidad histórica de Mérida. El Puente Romano, una colosal estructura de más de 790 metros sobre el río Guadiana, sigue siendo un impresionante ejemplo de la ingeniería romana y un punto estratégico para admirar la ciudad. Atravesar el Arco de Trajano, una puerta monumental que daba acceso a la ciudad, o perderse entre los restos del Foro Romano y el Templo de Marte transporta al visitante a una época de intensa actividad política y social. Las Termas Romanas, con sus diferentes estancias dedicadas al baño y al ocio, permiten imaginar la vida cotidiana de los habitantes de Augusta Emérita. Pero Mérida es mucho más que sus impresionantes ruinas. Su gastronomía es un reflejo de su rica historia y su privilegiada ubicación. Platos contundentes como la caldereta de cordero, la patatera extremeña, las migas y el jamón ibérico de bellota deleitan a los paladares más exigentes. Degustar estos manjares en alguno de sus acogedores restaurantes es una parte fundamental de la experiencia emeritense. Y como toda ciudad con una historia milenaria, Mérida también guarda sus leyendas. Se cuenta que bajo el Puente Romano aún resuenan los lamentos de los esclavos que lo construyeron, o que en las noches de luna llena, el espíritu de una princesa romana vaga por las ruinas del teatro, buscando a su amado gladiador. Estas historias, transmitidas de generación en generación, añaden un toque mágico y misterioso al encanto de la ciudad. Explorar la Casa del Mitreo, con sus magníficos mosaicos, o la Alcazaba Árabe, construida sobre restos romanos, revela la superposición de culturas que ha enriquecido la identidad de Mérida. El Museo Nacional de Arte Romano, diseñado por Rafael Moneo, alberga una impresionante colección de piezas arqueológicas que ayudan a comprender la magnitud de Augusta Emérita. Mérida invita a un viaje pausado, a recorrer sus calles empedradas, a sentir el peso de la historia en cada rincón y a dejarse seducir por sus sabores auténticos y sus leyendas ancestrales. Es un destino donde el pasado romano late con fuerza en el presente, ofreciendo una experiencia cultural y sensorial inolvidable para toda la familia. Descubrir Mérida es desenterrar siglos de historia y sumergirse en un legado que perdura hasta nuestros días.

HUESCA, EL TESORO ARAGONÉS POR DESCUBRIR

Perderse por las adoquinadas calles de Huesca es un viaje en el tiempo. El corazón de la ciudad late en torno a la Plaza de la Catedral, un crisol de historia y vida local. La imponente Catedral gótica, con su claustro románico, invita a la contemplación, mientras que el cercano Ayuntamiento renacentista evoca siglos de decisiones. Callejear permite descubrir rincones con encanto, pequeñas plazas y fachadas que narran historias silenciosas. La gastronomía oscense es un deleite para los sentidos. Degustar un buen plato de cordero a la pastora o unas chiretas es sumergirse en la tradición culinaria de la región. Los productos de la tierra, como las setas, la trufa y los embutidos artesanales, son protagonistas en sus mesas. No hay que olvidar los vinos del Somontano, perfectos compañeros de cualquier manjar. A pocos kilómetros de la ciudad, la naturaleza despliega su esplendor. El Parque Natural de la Sierra y Cañones de Guara ofrece paisajes espectaculares, ideales para el senderismo, el barranquismo y la observación de aves. Los Mallos de Riglos y Agüero, imponentes formaciones rocosas, desafían al cielo y atraen a escaladores de todo el mundo. Entre las leyendas que resuenan en Huesca, destaca la de la Campana de Jaca. Se cuenta que, tras la derrota de los musulmanes en la batalla de Alcoraz en 1096, el rey Pedro I ordenó fundir las campanas de las mezquitas para crear una gran campana que anunciara la victoria cristiana. Esta campana, trasladada a Huesca, simbolizó el triunfo y la nueva era para la ciudad. Huesca, con su equilibrio entre historia, sabor y naturaleza, espera al viajero con los brazos abiertos, dispuesta a revelar sus secretos y encantos en cada paso. Un destino que deja una huella imborrable en el corazón del visitante.

ESQUÍ Y ENCANTO MEDIEVAL EN JACA: DESCUBRE LA JOYA DEL PIRINEO ARAGONÉS

Aunque la primavera comienza a teñir de verde los valles, la nieve aún corona las cumbres del Pirineo Aragonés, convirtiendo Jaca en un destino ideal para una escapada que combina la emoción del esquí con el encanto de una ciudad con siglos de historia. Aprovechemos los últimos copos para deslizarnos por las pistas cercanas, pero reservemos también un día para descubrir los secretos que Jaca esconde entre sus calles empedradas y sus mesas repletas de manjares. La leyenda cuenta que Jaca fue fundada por Aznar Galíndez I, conde de Aragón, en el siglo VIII, convirtiéndose en la primera capital del Reino de Aragón. Su nombre, según algunos historiadores, podría derivar del latín «Iaca», que significa «estar acostado», haciendo alusión a su ubicación a los pies de las montañas. Esta rica historia se respira en cada rincón de su casco antiguo, declarado Conjunto Histórico-Artístico. Un día sin esquí en Jaca es un viaje en el tiempo. La imponente Catedral de San Pedro, una joya del románico aragonés, nos recibe con su sobria belleza y su rica colección de arte sacro. Pasear por la calle Mayor, flanqueada por casas señoriales con balcones de madera, nos transporta a épocas de mercaderes y artesanos. La Ciudadela, una espectacular fortaleza pentagonal del siglo XVI, nos invita a recorrer sus baluartes y a disfrutar de las vistas panorámicas de la ciudad y las montañas circundantes. Perderse por las estrechas callejuelas, descubrir pequeñas plazas con encanto como la Plaza del Marqués de la Cadena o la Plaza de Biscós, y admirar la arquitectura tradicional aragonesa es un placer para los sentidos. No podemos dejar de visitar el Museo Diocesano de Jaca, ubicado en el antiguo seminario, que alberga una valiosa colección de pintura y escultura medieval. La gastronomía jaquesa es otro de sus grandes atractivos. Tras una jornada en la nieve o un día de exploración urbana, nada como reponer fuerzas con los contundentes platos de montaña. La sopa de ajo, la chireta (un embutido de cordero), el ternasco asado y las migas son solo algunas de las especialidades que encontraremos en sus acogedores restaurantes. Para los más golosos, la torta Ansotana o los ferreretes (almendras garrapiñadas) son un dulce final perfecto. Acompañar la comida con un vino del Somontano completa una experiencia culinaria auténtica.   Y al caer la tarde, la vida local se concentra en sus bares y tabernas, donde se pueden degustar tapas y vinos en un ambiente relajado y familiar. Jaca, con su combinación de nieve, historia, leyendas y sabores intensos, es mucho más que un destino de esquí: es una puerta de entrada al corazón del Pirineo Aragonés que invita a ser descubierta en cada estación.