El ‘marés’, arenisca icónica de Baleares con la que se han construido viviendas, murallas y catedrales, se extrae de las pedreras, auténticos museos al aire libre
De entre todas las sensaciones que genera el visitar esta isla, hay una que es denominador común en todos los viajeros: el asombro. Gestos de sorpresa, miradas de admiración ante los rincones, recodos, sorpresas que depara este paraíso mediterráneo. ¿Las playas de Menorca? Entre las mejores del mundo. ¿Sus espacios naturales? A todas luces, envidiables. ¿Su gastronomía? Ciertamente inimitable. Pero queda un rincón por explorar. Uno en el que la mano del hombre a lo largo del tiempo ha ido esculpiendo hasta nuestros días, dando como resultado ‘Ses Pedreres de S’Hostal-Lithica’.
No muy lejos de Ciutadella de Menorca, a un kilómetro de del Camí Vell, aguarda a los viajeros un museo al aire libre. Declarado Bien de Interés Etnológico (BIE) por el Consell Insular, formando parte del catálogo del Patrimonio Histórico de Menorca, ‘Ses Pedreres de S’Hostal-Lithica’ aglutina laberintos, jardines y espacios esculpidos por canteros, una profesión de importancia histórica para la isla.
Rincones como el Laberinto de los Vergeles, comunión perfecta entre lo mineral y lo vegetal. Testimonio vivo de cómo la naturaleza se abre paso a través de la obra del ser humano y recupera lo que es suyo. La piedra, erosionada por la acción del clima y el avance de la vegetación, adquiere unos tonos y texturas que conquistan al ojo humano.
Otro sentido a conquistar es el olfato. Recorriendo el Laberinto Vegetal, cuyo diseño está inspirado por los laberintos cretenses, el visitante quedará cautivado por los aromas de los diferentes tipos de plantas que van desprendiéndose con el paso de las estaciones.
Este espacio acoge conciertos, obras de teatro, talleres y visitas guiadas. Un escenario privilegiado con el que agasajar a los sentidos, aprender de la ‘cultura de la piedra’ y descubrir un lado de Menorca que pasa casi inadvertido para los viajeros. Un auténtico tesoro oculto.